El
gélido viento clava en mi cara sus colmillos.
Hiere
el invierno en el costado: hace frío
y
huele a soledad, a macilento azul, a deshilado olvido.
Nada
se oye. Sólo el metálico crujir
del
suelo en el camino o el agónico ulular
del
animal extrañado en el portal vacío.
Nadie
nos ve, los árboles están dormidos.
La
tarde nos pertenece pero, por favor,
guarda
las manos en los bolsillos.
Hace
rato que pasaron las cornejas,
las
sombras se han detenido.
¿Dónde
está la flor del estramonio?
Su espinado
fruto, ¿por qué lo he perdido?
Prueba
sin prisa su narcótico elixir,
y en este postrero invierno, llévame contigo
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