Llevo en el morral la flor de mi existencia
Noche
abrupta, de carnes ingratas,
Que
me hablan desde la azul escarcha
En
los ecos de un septiembre aún aletargado.
Atisbo
el collage de mil escuálidos demonios
Alineados
en la esfera de la última Casiopea;
Arrancando
jirones de magras voluntades
Y
hurgando en la saca: aún quedan espantos.
Siempre
habrá una siguiente estirpe
Que
inunde con fragancias de nuevas aleluyas
Las
mismas ruinas de mi torva inconsciencia.
¡Pléyades
de nuncios que siempre he detestado!
¿Es
posible que aún se mantengan inermes
los
que siempre llegaban sin compromiso
al
banquete nupcial de mi inocencia?
¡No quiero que nadie escape del quebranto!
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