viernes, 2 de mayo de 2014

LA NIÑA DE TIERRA ADENTRO



El cristal rallado y viejo
de un humilde ventanuco
delimita un conciso cuadro
terroso, amarillo, cobrizo,
un mundo de tierra seca.

Nada se conmueve.
Nada se espanta. Ni una sombra.
Las líneas se aprecian nítidas y el calor
todo lo envuelve.
Hasta el silencio se agrieta.

La niña de ojos oscuros
que a la ventana se acerca
espera, ajena, en su penumbra, que pase
el aire nuevo que viene en sueños con la cosecha.
Mientras, juega ensimismada
con los rizos de su pena.

La tarde de agosto cae
y la niña ya no espera.
Nadie ha venido a quebrar
el rectángulo de piedra.
Tendrá que volver a soñar,
cuando la luna lo quiera,
con el aire que no vino,
con el de la sementera.

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