martes, 6 de mayo de 2014

TU VOZ

 

Nunca dejaste, Max, de navegar mi océano,
ni llenar los silencios que a la muerte se adelantan;
tu voz rompió, como siempre, el vidrio en la garganta
y aderezó con gotas de miel los marchitos pétalos.

Magenta sobre blanco son tus versos de agua alta,
cabalgando la amplitud de vastos horizontes;
visten de suaves organzas los fútiles nombres
y abren puertas a las aves de estrecha mirada.

Nunca podré, lo sé, Max, abarcar tus sutiles capilares,
que como vientos fustigan las íntimas instancias.
Se cuelan por los resquicios de olvidadas infancias
y a borbotones emergen en hermosos encinares.

Intento alimentarme en tus líricas heridas,
lamiendo  la sal de tu sangre apuñalada;
pero tu verso, oh Max, como el aire, se me escapa
y absorto lo persigo, mientras queda, sobre el papel, tu estigma.

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