Está
tendida mi mano.
Ábrela:
¿No
ves en su palma abrojos
que
mortifican el llanto?
¿No
ves las fósiles conchas
que
el tiempo ha petrificado?
Mi
mano queda tendida.
Acércatela:
¿No
oyes el aleteo
del
velamen contra el viento
de
un barco que a la deriva
intenta
encontrar un destello?
Mi
mano aún permanece.
Tócala:
¿No
sientes que se estremece
como
lo hace el ocelo
porque
temeroso cree
que
está tocándole el cielo?
Mi
mano ya no es mi mano.
Quédatela:
Te
doy con ella guijarros,
lejanas
contradicciones.
¿No
percibes en la otra
mil sentimientos extraños?
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