sábado, 19 de abril de 2014

SONETO


(A Honorino Acuña, infumable compañero de Quevedo en angustiosas horas de taberna)


Por dar a su nombre teatral efecto
creíase honorable el Honorino,
mostraba su altivez y porte fino
sin ver que su virtud era defecto.

Su nombre contenía un lado abyecto
que el sujeto practicaba con gran tino,
orinaba con palabras al vecino,
donde ponía el ser quedaba infecto.

Creyendo que su fama así crecía,
a chorros el insulto y el abrojo,
abroncaba a diestro y a siniestro.

Un exceso de micción engulliría
a tal suerte de flemático piojo.
Nadie rezó por él un padrenuestro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario