viernes, 11 de abril de 2014

MI HIJO…


                                               A mi madre, que se va.


-Mi hijo…                                         -¿Qué, madre?

Se escapan las breves palabras,
dos gotas de fina lluvia en el secarral del silencio,
con dos bocanadas de estéril esfuerzo.
Los hundidos ojos, por un momento entreabiertos,
han reconocido la silueta cercana.

-Mi hijo…                                         -¿Qué, madre?

La silla de ruedas cada día más liviana
lleva el cuerpo desolado, encogido,
ovillo de lanas y vendajes,
al rincón placentero de la intimidad compartida.

-Mi hijo…                                         -¿Qué, madre?

Las puntas de los fríos y azulados dedos
antenas artríticas de tenues movimientos
tientan la mano reposada en el regazo,
mínima conexión de la maternidad primigenia.

-Mi hijo… ¿Dónde está el padre?

Otra vez la boca desdentada en un mar de arrugas,
cara afilada a golpe de amargura.
¡Ay! No soporto la ingratitud
de hacerle entender que murió hace años.

Contemplo en silencio sus desvaídas quejas,
la leve respiración que espera el fatal momento
que desvanezca el sufrimiento de la infinita soledad,
de los huesos quebrantados, de la carne fatigada.

-Mi hijo…                                         -¿Qué, madre?

(Noviembre de 2011)

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