viernes, 25 de abril de 2014

CAMINA



Languidece la arista del flanco desprovisto
buscando el punto de referencia antes olvidado,
inserta en el contorno su rasgo definido
y clava su matiz en el radical estado.

La forma habita en la sombra traicionada
e insiste en su pálpito el gesto atormentado;
quiere escapar, indeciso, del originario abismo
para reencontrarse puro, digno, en el límpido Leteo.

No queda, pues, más incertidumbre;
la decisión, aunque dura, está tomada:
recoge tus recuerdos, atavía tus deseos…
          y emprende el camino.

Si en tu marchar resuelto te asaltasen los cancerberos
de las grutas moradas por las célibes hijas del Océano,
ni te detengas ni cambies de itinerario: mira altivo
a las fieras que te acosan
pues sabrán al instante cuál es tu cometido.

Y si el cansancio hace mella en tu vigor,
si el ánimo te obliga a detener la marcha,
busca el fruto del árbol de la miel,
aquél que crece vivaz en la espesura,
y bebe el freso néctar de la flor del azahar,
aquél que nutrió a los pelasgos primitivos.

Recuerda, al final, antes de sumergirte en las aguas del olvido,
cuál fue tu origen, dónde quedó la arista aborrecida
y porqué decidiste, amigo, abandonar el caos.
Estarás dispuesto en este punto a romper silencios,
construir nuevos mundos, nuevas verdades, nuevos sinos.

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