No espero de ti, compasivo
lector, hipócritas lisonjas,
Palabras hueras para regalo
de vanidades.
Intuyo que mi verso fluye sin
convencimiento,
Lleno de dudas y forzado de
principios.
Reconozco mi torpeza para
encontrar
El hilo conductor de pensamientos
huidizos,
De vivencias que siento
enmarañadas y difusas.
¿Puede haber poesía en este
barrizal?
¿Y cómo me atrevo a
expresarlo?
¡Qué presunción!
Hablo de mí, no de etéreos
universales.
De mí.
No tengas piedad, sincérate
conmigo en la distancia.
Dime que, a fin de cuentas,
soy uno entre un millón
De esos falsos poetas
acomodados en un sofá
Dispuestos a evocar un manojo rimado de lirismos evanescentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario